Escrito por: Alejandro Britez, Analista de Comunicación para Fundación Capital.
Regenerar la biodiversidad empieza en las comunidades
Paola M. es agricultora en Gualmatán, Nariño, Colombia. Cultiva para alimentar a su familia y también para generar ingresos. Desde su biofábrica y área de bosque, apuesta por la agroecología. Junto a otras 170 personas, trabaja para recuperar dos fuentes de agua y sumar un nuevo pulmón verde a su comunidad. No está sola: la acompañan su papá, su mamá y toda su familia, en lo que ella llama «recuperar la vida del suelo; devolverle la vida».
En Paraguay, Nidia G., también agricultora, lidera el grupo de mujeres ¨Ahorrando por el agroturismo¨. Se organizaron para transformar su forma de producir y hoy cultivan de manera orgánica. Para Nidia, la seguridad alimentaria es esencial: «Empezamos a producir de forma orgánica para comer sanamente, sin contaminación y estar seguras de lo que consumimos». Sueñan con que la reserva que gestionan se convierta en un punto de turismo sostenible y en una escuela viva, donde estudiantes y organizaciones de mujeres intercambien saberes sobre biodiversidad y cuidado del ambiente.
Foto: Nidia (Centro) junto al grupo de mujeres ¨Ahorrando por el agroturismo¨. Mujeres en Movimiento

Durante la COP16, en una visita a su finca cafetera, en Salónica, Valle del Cauca Colombia, María, también productora nos dejó un mensaje claro: «Queremos producir café y cacao organico aquí, en nuestras tierras, con nuestra gente. Y sabemos cómo hacerlo».
La biodiversidad es la red de vida de la que dependemos. Es el resultado de 4.500 millones de años de evolución y, cada vez más, también de nuestras decisiones (ONU Medio Ambiente). Como señala Ricardo Rodríguez, Director del Proyecto BioFincas: «Muchas veces pensamos en la biodiversidad como algo ajeno, animales lejanos o paisajes exóticos, y olvidamos que las personas también somos parte. Justamente es esa relación —entre las personas y la naturaleza— la que puede marcar un cambio de conciencia y de comportamiento».
Hoy, según el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, un millón de especies están en riesgo de desaparecer por causa de la actividad humana.
Entonces, ¿cómo le devolvemos la vida al suelo?
A veces, solo hace falta acercarse a comunidades en Colombia, Paraguay o México. Escuchar a Paola, a Nidia, a María para entender que quienes habitan los territorios son quienes mejor cuidan y regeneran la vida. Desde biofábricas, huertas orgánicas y bosques comunitarios, las mujeres y sus comunidades construyen formas más sostenibles de producir y consumir.
Pero no pueden hacerlo solas. Estas iniciativas necesitan el respaldo del Estado, de la sociedad civil y de la cooperación internacional para acceder a recursos, compartir aprendizajes y fortalecer modelos de producción que respeten la biodiversidad.
También es urgente distribuir de forma justa los riesgos en toda la cadena de valor. En América Latina, los sistemas agrícolas siguen siendo poco diversos, y quienes apuestan por el cambio aún no reciben el reconocimiento ni el apoyo necesario. La mayoría de las regulaciones y mecanismos financieros no están diseñados para promover soluciones accesibles y sostenibles.
Eso es lo que busca cambiar Biofincas, una iniciativa impulsada por diez organizaciones, entre ellas Fundación Capital, junto con OroVerde, Biodiversity International, CEDAE Centro de Naturaleza, Fundación Defensores de la Naturaleza, Munich Climate Insurance Initiative (UNU- MCII) – United Nations University, Institute for Environment and Human Security (UNU-EHS), Nuup, Pronatura Sur A.C., Südwind, Thünen Institute y UNU-EHS.
Bajo el lema ¨Impulsar un cambio en la agricultura mediante enfoques políticos, prácticos y financieros¨, la iniciativa desarrolla soluciones innovadoras de financiamiento de riesgos para cadenas de valor como el café, el cacao y el banano, en México, Guatemala y República Dominicana.
El consorcio es consciente de que no es posible transformar la producción ni el consumo si todos los actores no se comprometen. El cambio solo es posible si quienes producen, quienes compran y quienes diseñan políticas asumen el mismo desafío.
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