Según las últimas encuestas de uso del tiempo, en América Latina y el Caribe las mujeres destinan entre 22,1 y 43,6 horas semanales al trabajo no remunerado, mientras que los hombres dedican entre 8,3 y 22,5 horas (CEPAL, 2019).
Para la OIT, el camino a seguir consiste en invertir en políticas transformadoras de cuidados, que reconozcan, redistribuyan y remuneren este trabajo como un pilar del desarrollo económico y social.
En este contexto, en Paraguay, con el apoyo de USAID a través de la iniciativa Mujeres Transformadoras, implementamos una estrategia innovadora de Espacios de Cuidado Autogestionados (ECA).
El objetivo es que las mujeres participantes de los Grupos de Ahorro e Inversión (GAI) gestionen sus propios espacios de cuidado, donde niñas y niños de hasta ocho años puedan estar protegidos mientras sus madres trabajan, estudian o desarrollan otras actividades.
El impacto
- Las comunidades fortalecen su resiliencia al organizarse colectivamente para proteger a niñas y niños.
- Surgen soluciones comunitarias que impulsan mayor equidad y solidaridad.
- Se promueve el desarrollo económico local, movilizando recursos propios y generando nuevos ingresos.
En Colombia
Con el apoyo de Co-Impact, diseñamos e implementamos un programa innovador de Gradación hacia el Empleo en Cartagena, Santa Marta y Barranquilla, para conectar a 300 mujeres, en su mayoría jefas de hogar, con empleos formales.
El propósito no era solo acompañarlas en la búsqueda laboral, sino eliminar las barreras estructurales y de género que dificultan el acceso a trabajos dignos y estables.
Acceder al empleo formal no significa únicamente conseguir una vacante. Implica enfrentar obstáculos invisibles: la carga del trabajo de cuidados no remunerado, el estigma cultural de dejar a los hijos e hijas al cuidado de otras personas, los costos de transporte y vestimenta, los trayectos largos y la conectividad limitada.
Para hacer frente a estos desafíos, integramos transferencias monetarias específicas que ayudaron a aliviar puntos críticos:
- Apoyo económico para cubrir transporte y gastos de búsqueda de empleo.
- Incentivo por cuidado infantil para facilitar la transición al empleo formal.
- Transferencia para conectividad digital, que permitió acceder a plataformas y herramientas laborales.
Aun así, el dinero no era la única barrera. Muchas participantes —especialmente aquellas que llevaban años fuera del mercado laboral— enfrentaban desafíos emocionales como la baja autoestima, el miedo al fracaso o la percepción de que un empleo formal estaba fuera de su alcance.
Fortalecer la confianza en sí mismas fue tan importante como cualquier formación técnica. Para estas mujeres, el empleo formal no fue solo un cambio económico: fue una transformación personal.
Hacia caminos de empleo inclusivo
Crear empleo inclusivo para mujeres en situación de pobreza exige más que facilitar el acceso a vacantes. Requiere repensar cómo diseñamos, implementamos y sostenemos el acompañamiento.
- Abordar las barreras invisibles y estructurales, incluidas las responsabilidades de cuidado, la seguridad y las normas sociales.
- Incorporar al sector privado desde el inicio, no solo para contratar, sino para co-construir aprendizajes y soluciones.
- Invertir en herramientas digitales e inteligencia artificial que amplíen el acceso y fortalezcan la autonomía de las mujeres en su búsqueda de empleo formal.
Cerrar la brecha, abrir oportunidades
Cada historia de transformación demuestra que es posible impulsar la inclusión desde la vida cotidiana de las personas. Cuando se crean espacios seguros para cuidar, aprender y trabajar, las mujeres no solo participan: lideran el cambio y, cuando ellas avanzan, sus comunidades también lo hacen.
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